¡Ahora!, nunca, ¿cuándo?, ¿porqué?, ¿estoy?, no. Muero, vivo siendo nada, nada sin sentido, nada y vacío. O algo más, sí, algo más, algo con vida, aquí, sin ti, pero conmigo y eso me basta para saber que no soy uno más, una partícula más de oxígeno en el aire respirado por las feroces bestias que invaden el mundo. Ese mundo sin razón, sin aliento, en el cual me encuentro atrapado, envuelto en tinieblas, esperando encontrar la luz, pero, sin dejar atrás la hermosa oscuridad de mis recuerdos pasados de glorias, tristezas, llanto, melancolías y penas. Recuerdos de la vida que dejé atrás, que no puedo volver a vivir y que me hacen volver al tortuoso y dichoso camino de la agonía tardía que lleva al abismo ineludible, negro y seductor de la muerte.
¡Libertad!, azul el cielo se abre ante mí, inmenso, profundo, sublime, infinito. Algo me atrapa en él, no quiero salir ¡no!, es tan poco, escaso e insuficiente el placer de vivir, para de un momento a otro, volver a morir, es inevitable. Daría cualquier cosa por estar ahí otra vez, embriagándome de tu aroma que invade cada milímetro de mi ser y mi alma, ¡todo!
Ahora no es así; pero alguna vez, lejos, en el espacio, brillabas tú; tu luz iluminando mi vida que destrozada por la maldad del mundo, no encontraba la forma de eliminar los grilletes del conformismo y aguardaba en la penumbra de un calabozo a que algo o alguien la liberara de su pesadilla. Y así fue, me diste la fuerza para levantarme y gritarle al mundo “aquí estoy”, jamás olvidaré esos momentos en los que protegido por tus brazos llegué a comprender que la vida es todo aquello que uno puede dar sin esperar nada a cambio, sin embargo, al final nada quedó para mí.
Sólo y vacío me encontré por incontables noches de delirio y pena. Tanto cambió mi vida después de pronunciar esa frase fatal, sin pensar en el peligro que representaba, me deje llevar por ella y desmembró mi espíritu lenta y dolorosamente, pero tenía que decirlo “te amo”, la sola idea de haberlo podido evitar hace que mis sentidos se alteren y me vuelva a adentrar en el reino de la duda y la desesperación. Lo hice y aún así no me arrepiento. El cielo se oscurece, llueve sobre la soledad de mi corazón, se que encontraré una salida y el sol volverá a resplandecer.
Te extraño, se que ya no existes, pero estas ahí siempre, y de alguna manera, eso me hace seguir adelante para encontrar la forma de volver a ese cielo donde no existen las penas de las almas aterradas por vivir, donde todo se transforma en mi, para hacerme sentir al fin completo.
Después de todo, no siempre va a llover y eso me lo enseñaste al fundir tus labios con los míos y evaporar los temores en una tarde gris. En medio de la prisa de la gente por terminar sus vidas en la estación del metro, tú y yo solo existíamos uno para el otro, o así me lo hiciste creer, no importa.
A lo lejos el lastimero aullido de las arpías me hace salir de mi letargo y descubrir que sigo vivo, ya solo me queda hallar otra razón a este mundo, para seguirla y tratar de encontrar mi segunda oportunidad de trascender a lo inevitable y efímero de la existencia, para demostrar que valgo más de lo que piensan, para levantarme una vez más.
Sí, me lastimé estúpidamente por tu abandono, pero no más, ahora saldré de este lugar sin fe, olvidaré mis lágrimas y llegaré a algo mejor, puedo verla, una nueva luz se acerca lentamente, invitándome a seguirla a donde valla sin importar las adversidades que se interpongan en mi camino, porque he vuelto a nacer, la hora ha llegado, siento crecer paulatinamente las alas en mi espalda, mi respiración cesa por un instante y emprendo el vuelo a un nuevo ideal, lejos a través del mar, en un viaje sin retorno.
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